Tuesday, 16 April 2013

¿Propiedades extranjeras en playas y fronteras?

Heráclito decía que todo cambia de tal manera que nunca te bañas dos veces en el mismo río. Todo es un devenir constante. Me imagino que para los griegos bañarse en el río era lo que explicaba el movimiento del mundo. Si entonces el cambio era incesante, ahora, el cambio es la medida de todas las cosas.
Mi padre nació en el año de 1913, cuando la decena trágica. Se sabía privilegiado por haber presenciado, me decía, los cambios más notables de la historia. Algunos acontecimientos que lo impactaron para siempre fueron: cuando se prendió por primera vez en su natal Oaxaca el alumbrado público. Hablar por primera ocasión por el teléfono. Escuchar los primeros programas de la radio y ver la televisión. Haber sido como adolescente el primero en recibir,después de correr kilómetros, junto con su hermano mayor Leopoldo Melgar Pacchiano, que sería un magnífico médico militar, a Charles Lindbergh en el primer viaje por avión de Washington DC a la ciudad de México (la travesía duró 27 horas). Muy cerca de su partida definitiva, me llamó emocionado para comentarme que había presenciado algo increíble. En su carácter de abogado consultor de una empresa global dedicada a la minería, había participado en una videoconferencia. Me dijo: “estábamos todos reu-nidos a pesar de encontrarnos a miles de kilómetros de distancia, unos en Europa, otros en Estados Unidos y nosotros en la colonia Polanco. Como si estuviéramos en el mismo cuarto”.
México ha venido experimentando cambios notables que llaman la atención del mundo. Algunos de ellos eran impensables en el régimen priista que dominó el siglo XX, pero no todos se deben al partido que lo sucedió en la Presidencia. El PAN perdió la oportunidad de hacer las transformaciones que había prometido, pues le quedó grande el traje presidencial y fue una especie de PRI azul, azul pintado de azul.
Uno de los cambios que viene es el contenido en una iniciativa del diputado Manlio Fabio Beltrones y los diputados Gloria Núñez y Raúl Paz del PRI que lo acompañan. Es la autorización constitucional para que los extranjeros adquieran inmuebles en una franja de 100 kilómetros al interior del país a partir de las fronteras y de 50 kilómetros en las playas, como sí pueden hacerlo los mexicanos.
La iniciativa pasó casi desapercibida para la opinión pública; salvo por un muy buen artículo de Jorge Castañeda (¿Las playas son nuestras?) no se ha dicho mucho sobre la iniciativa Beltrones.
El cambio era impensable hace unos años, pero todavía más inverosímil resulta que el sonorense Beltrones encabece una propuesta que ni siquiera Castañeda, reformador por temperamento, intentó cuando tuvo los instrumentos como secretario de Relaciones Exteriores. Beltrones se había caracterizado por ser la línea más dura del priismo de fin de siglo. Subsecretario de Gobernación a la vera del legendario Gutiérrez Barrios, mantuvo la posición inconmovible del Estado frente a fuertes vientos perredistas que soplaban en Michoacán y Guerrero en los años 80.
Como senador, a partir de 2006 un giro extraño se dio en la actuación política de Beltrones, que lo convirtió en demócrata, plural, incluyente, conciliador y tolerante. No solamente en las formas y razones, sino en hechos y obras. Su iniciativa es una muestra del giro del político, lo que confirma que todo cambia, como ya decía Heráclito.
El permitir constitucionalmente a extranjeros adquirir para vivienda propiedades en las costas y fronteras acabaría con un anacronismo legal, explicable en el siglo XIX, en que México sufrió invasiones, pérdida de territorio, implantación de un imperio y guerras. Había que cuidarse de los extranjeros. No obstante, ahora todo parece indicar que son los extranjeros con sus inversiones, tecnología y desarrollo, quienes pueden ayudar a México para volverlo un país más consistente, igualitario, justo y mejor lugar para sus habitantes. ¿En qué puede afectar que los extranjeros —eufemismo para decir norteamericanos— adquieran condominios en las playas?
Claro, la ley reglamentaria tendrá que precisar algunos detalles: ¿Qué pasará cuando los propietarios extranjeros renten sus condominios? Lo que ahora con el régimen de fideicomisos es tan frecuente. ¿Qué pasa si una cadena hotelera, propiedad de extranjeros, decide edificar un hotel en la zona dorada? ¿Qué tal que un restaurante de fama mundial decide tener una sucursal mexicana cerca del mar? ¿Queremos o no queremos inversiones?
Lo que pasa actualmente es que persiste todavía mucha simulación y, más grave aún, amparada por la Constitución. El país se ha ido llenando de casinos, —unos legales y otros ilegales, pero todos operan— aun cuando los juegos están técnicamente prohibidos. ¿Por qué no reglamentar su operación con un criterio inteligente y eficiente? ¿Por qué no imaginamos casinos como los de Las Vegas en Acapulco o Vallarta? ¿Será el miedo al crimen organizado? ¿Más miedo que el de las calles y ciudades que controlan?
Muchos cargos públicos del gobierno federal, de los estados de la República —por imitación extralógica— y hasta cargos universitarios (UNAM) sólo pueden ser ocupados por mexicanos por nacimiento, hijos de padre y madre mexicana. ¿No será ya el momento de volvernos adultos económica, política y hasta globalmente? La iniciativa de Beltrones es un paso firme. Jorge Castañeda se pregunta si no será el petate del muerto. Me parece que esta vez no. Si se pudiera apostar, aun sin casinos legales, lo haría en favor de su aprobación.